Exponer
a la Fundación Pilar y Joan
Miró en Mallorca era un sueño para James
Lambourne. La sintonía entre su obra y el espíritu
de la obra de Joan Miró y su deseo de dialogar con
estos espacios emblemáticos impregnan sus once intervenciones
artísticas, específicamente pensadas para los
espacios exteriores de la fundación.
Pintor, grabador, dibujante y escultor,
la proximidad de
James Lambourne a la naturaleza es prácticamente consustancial
a su personalidad. Sus paseos de recolección fueron
acumulando a su estudio numerosos objetos, como piedras, maderas,
hierros, ramas, corchos, algas secas, vidrios, frutas,
etc. Todas estas formas caprichosas naturales y artificiales
se convirtieron en el más constante estímulo
de sus investigaciones plásticas, desarrollando una
vertiente creativa próxima al Land Art. Sus
intervenciones efímeras, cambiando de posición
y combinando de una manera diferente los elementos encontrados;
la actividad lúdica de erigir túmulos (hitos)
de piedras en equilibrio; la composición de esculturas-collage;
las combinaciones azarosas con piedras y arenas o los dibujos
sobre piedras, el acercan sin duda a el obra de
Joan Miró y a la de artistas tan reconocidos como
Richard Long, Michael Heizer, James Pierce o Robert Smithson.
Complementarias
a su obra pictórica –de la que
tenemos una muestra en la serie de dibujos “Fites de
la música” expuestos en la Casa del Amo de Son
Boter- son todas estas creaciones escultóricas y ambientales.
En ellas, podemos observar cómo James Lambourne ha
articulado una poética que pretende armonizar el singular
y el universal, o el azar y lo filosóficamente
complejo. Las formas más frecuentes que utiliza el artista
(como el círculo, el esfera, el elipse o la
proyección en vertical de la piedra), manifiestan que
su observación de la naturaleza guarda una estrecha
relación
con el deseo de aproximarse a enigmas que incumben el
orden del real. De aquí, por ejemplo, su interés
por las series de formas y marcas impresas a los campos del
sur de Inglaterra y otros lugares del mundo que son sólo
visibles a una cierta distancia del tierra (como los famosos crop
circles), o estas formas pétreas primitivas que
erigieron los hombres prehistóricos apuntando al sol
y a las estrellas y de los cuales las Islas Baleares poseen
tantas evidencias.
Consciente
de la posibilidad de recuperar el valor simbólico
d’estas formas conocidas desde tiempos inmemoriales,
James Lambourne trata de otorgarles un nuevo sentido
contemporáneo. Es el caso de los túmulos y círculos
de piedras que él reinterpreta en sus hitos y otras
composiciones elípticas, que, curiosamente, recuerdan
tanto sistemas de demarcación del territorio como hechos
tan puntuales en nuestra memoria reciente como el espontánea
acumulación de piedras creada por los seguidores de
Nelson Mandela a la cueva donde daba clases en sus tiempos
de prisionero. La combinatoria luliana y la obra
del insigne filósofo no escapa a la reflexión
y la recreación artística de Lambourne, que
es también un concienzudo lector de mitología
y historia y un gran aficionado a la música. Simbólicamente,
y para conectar el pensamiento y la memoria de Ramon Llull
con el
espacio artístico de la Fundación, las piedras
de uno de los hitos que ha depositado el artista
a el estanque de sus jardines proceden de la montaña
sagrada de Randa.
La visión de James Lambourne sobre
la armonía
entre lo microcósmico y lo macrocósmico se sintetiza
ejemplarmente en una bellísima roca de enormes
proporciones las partes de la cual han sido recompuestas por
el artista, y en un excepcional conjunto de piedras rotas que
el artista asocia a la propia unidad en la diversidad de la
humanidad. Reunidas a lo largo de años de observación
y búsqueda pacientes y tenaces, los fragmentos de estas
piedras estaban dispersos en áreas a menudo muy separadas
entre sí. son una prueba las diferentes texturas y colores
que exhiben estas partes ahora reintegradas a nuestra vista
como unidad. Cobrizas por el contacto con tierras o elementos
ferruginosos, verdeadas por el musgo, clareadas por el sol
o afinadas sus aristas por el agua del mar, son la más
bella metáfora de esta belleza infinita de la cual
quizás no somos responsables pero sin la cual seguramente
no sabríamos vivir.
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